Su cesta de compra esta vacía.
Si como decía Litvak "El mundo del reflejo es la conquista de la calma", una carta brinda consuelo, turba, abraza, conmueve o inquieta a quien la escribe y a quien la recibe. Porque si el emisario se desfoga, el receptor probablemente al leerla quedará abrasado. Nosotros tenemos el lujo de ser convidados a leer estas misivas que no nos correspondían, que no tenían escrita nuestra dirección en el sobre, no participamos en las circunstancias que detonaron esas líneas y sin embargo ahora podemos apropiarnos y cobijarnos con su contenido. Estas letras nos invitan a atestiguar lo que en su momento pudieron haber sido eventos dolorosos o felices en la vida de alguien, del conjunto de lo sentido. Es así que al avanzar las páginas transitamos por esta memoria buscando nuestro reflejo y está en cada uno de los lectores encontrar o no la calma. Sin saberlo, Sandra Leguel ha escogido el camino difícil. El camino cuya meta ha de ser descubierta en cada carta, en cada una de sus líneas, en cada párrafo... he aquí a la escritora.
